Messi, Argentina y el final de una compleja relación
ROSARIO, Argentina — Era la segunda vez que Lionel Messi alineaba con la selección varonil de fútbol de Argentina en la provincia donde creció: una especie de fiesta de regreso a casa para él, un maestro que había dejado este rincón del mundo cuando tenía 13 años.
No obstante, cuando Argentina empató a cero contra Colombia en aquel partido de 2011, los abucheos retumbaron en el estadio.
“Es un fracaso”, dijo un aficionado fuera del partido. “Desde que apareció, no ganamos nada con Messi”, opinó otro. “No lo pueden comparar nunca con Maradona”, remató un tercero, para referirse a Diego Maradona, la leyenda argentina que nunca enfrentó abucheos de ese tipo por parte de sus compatriotas.
Pocas naciones están tan obsesionadas con el fútbol como Argentina y pocos seres humanos han tenido tanto talento con un balón de fútbol como Messi. Sin embargo, la relación entre ambos —un hombre y su patria— ha sido profundamente complicada.
Messi nació en Argentina, pero se hizo adulto y estrella en Europa. Acumuló premios y títulos con el famoso equipo del Barcelona, pero durante muchos años le costó ganar con la selección argentina. Y, a pesar de su posición como el mejor jugador del mundo, en Argentina ha vivido y jugado bajo la sombra de Maradona, cuyo estilo descarado le hizo ganarse el cariño de los argentinos, a diferencia del reservado Messi.
Ahora, el domingo, esta nación de 47 millones de habitantes depositará en el chico de Rosario sus esperanzas para que consiga su primera Copa del Mundo en 36 años, la última vez que lo intentará en su ilustre carrera, según lo ha dicho.
Sin importar cuál sea el resultado, tras años de críticas que incluso provocaron una breve salida de Messi de la selección, la dinámica ha cambiado.
Después de una brillante actuación en el torneo de este año a sus 35 años y la aparición de una personalidad más cáustica de Messi sobre el terreno de juego, Argentina ha aceptado sin lugar a dudas a su hijo nativo.
“Nosotros fuimos a todos lados del mundo, y la gente se desesperaba por Lionel. Acá, en el aeropuerto nuestro ni lo saludaban”, comentó Adrián Coria, el entrenador de la infancia de Messi antes de que se mudara a Barcelona en 2001 para dedicarse al fútbol profesional y quien más tarde fue uno de los entrenadores de Messi en la selección. “Pero bueno, ha cambiado notablemente todo eso”.
El rostro de Messi adorna murales por todo el país, a veces parece que media nación está vestida con su uniforme número 10. Todas las críticas hacia el hombre han dado paso a alabanzas, adoración y orgullo.
Hinchas con la camiseta del número 10, en honor de sus ídolos, Lionel Messi y Diego Armando Maradona
“Messi no tiene nada en contra”, opinó Sergio Duri, el dueño de un restaurante en Rosario que tiene la firma de Messi en la pared, a cinco cuadras del hospital donde nació el futbolista. “El argentino en sí lo ve como perfecto”.
Por supuesto, ganar ha ayudado.
El año pasado, Messi llevó a Argentina a levantar el torneo de fútbol más importante de Sudamérica, la Copa América, su primer título internacional en 28 años. Y este año, ha ayudado a poner a Argentina en la final del Mundial, el domingo contra Francia.
Sin embargo, esta semana, muchos argentinos tanto en Rosario como fuera de ella insistieron en que, gane o pierda, el estatus de Messi como héroe nacional se ha consolidado.
“Más allá del resultado, hay algo no te va sacar nadie: atravesaste a cada uno de los argentinos”, le dijo Sofía Martínez, periodista deportiva argentina, a Messi tras la victoria de Argentina en semifinales el martes. “Enmarcaste la vida de todos”.
Messi estaba visiblemente emocionado. “Los argentinos aprendimos un poco eso. Ya no solo es el resultado, sino todo el camino recorrido”, respondió.
Y su camino hacia el domingo, a veces, fue accidentado.
Messi nació en 1987, un año después del último título mundial de Argentina, en Rosario, la tercera ciudad más grande del país, un centro agrícola a unas cuatro horas en auto al norte de Buenos Aires. Era un niño prodigio en la cancha de fútbol, aunque demasiado pequeño. “Todo lo que hace ahora, lo hacía a los 12 años, con su cuerpito y con su estatura”, dice Coria. “Pero con 40 centímetros menos y muy flaquito”.
En 2001, a los 13 años, Messi dejó Argentina para ir a Barcelona a dedicarse a entrenar y a una terapia con la hormona del crecimiento. Desde entonces, vive en Europa.
A los 17 años, Messi irrumpió en la escena futbolística, un talento deslumbrante que durante las dos décadas siguientes ganó docenas de títulos europeos con el Barcelona y batió varios récords individuales, incluidos siete Balones de Oro al mejor futbolista varonil del año.
No obstante, el mismo éxito le era esquivo con la selección argentina. Como el jugador estrella del equipo, la sequía de campeonatos con Argentina se hizo prolongó, lo cual aumentó las críticas de que con Argentina no jugaba con las mismas ganas que con el Barcelona.
Fabián Basualdo, exjugador de la selección argentina y entrenador de Messi cuando era niño en Rosario, mencionó que, si él se hubiera encontrado en la situación de Messi, tal vez habría renunciado a Argentina. “En el grupo de amigos, nosotros decíamos: ‘que no vuelva más, que se quede en Europa, que es Dios’”.
La selección de Messi perdió en la fase final del Mundial de 2014 y luego en las fases finales de la Copa América de 2015 y 2016. Después de eso, Messi anunció que iba a dejar de jugar para Argentina. “Hice todo lo posible”, comentó. “Ya está, ya tomé la decisión”.
Aunque cambió de opinión en poco tiempo, su breve retiro atrajo críticas más duras.
Uno de los problemas a los que se ha enfrentado Messi en Argentina es que no es el primer argentino en ser declarado el mejor futbolista del mundo… y al primero se le consideraba mucho más argentino.
Maradona, quien llevó a Argentina al título de la Copa del Mundo en 1986, era franco, rudo y desenfadado, características que los argentinos veían en sí mismos. En cambio, Messi es respetuoso, refinado y moderado, con lo que algunos argentinos les ha costado identificarse.
Por eso, las palabras altisonantes de Messi en el partido de cuartos de final de Argentina contra los Países Bajos, cuando fue grabado mientras le decía a un jugador rival “¿Qué mirás, bobo?” se han convertido en un motivo de celebración nacional en Argentina.
Los periódicos dijeron que actuaba más “maradoniano”. Varios argentinos entrevistados para este artículo lo citaron con orgullo. Y a un mural que lleva al barrio de la infancia de Messi ya se le había añadido la frase una semana después del partido.
“¿Viste el otro día, cuando dijo eso de que ‘Bobo’?”, preguntó Raúl Oliveri, de 63 años, un conserje que ha trabajado durante los últimos 25 años en el club de fútbol de la infancia de Messi en Rosario, y dejó de barrer fuera de un campo en el que Messi jugó alguna vez. “Él es de acá, sigue siendo de acá, eso te demuestra que es de acá, no se fue nunca”.
Así se siente Messi. En una entrevista del año pasado, mencionó que todavía siente una fuerte conexión con su ciudad natal a pesar de haber pasado toda su vida adulta lejos de ella. “No sé cómo explicarlo. A mí me encanta estar en Rosario, estar con mi gente. Por ahí, encontrarme con amigos, familiares, comer asado con ellos, juntarme”, comentó. “Quizá haberme ido de tan chico y no haber disfrutado como a mí me hubiese gustado, del país, de mis amigos, hace que quiera seguir volviendo”.
Messi se casó con una rosarina, Antonela Roccuzzo, y tienen tres hijos. La familia tiene varias residencias allí y tanto Messi como Roccuzzo siguen visitando a sus parientes todos los años.
El jueves, un hombre que dijo ser cuñado de uno de los hermanos de Messi entró en la humilde casa de dos plantas donde creció el futbolista. “Él siente que es de aquí”, opinó Sergio Vallejos, de 45 años, detrás de unos lentes de sol de espejo. “Es como uno de los nuestros. Un chico del barrio”.
Se levantó la camiseta para mostrar un tatuaje de Messi de más de 30 centímetros de largo que le recorría el torso. Luego, en su teléfono puso un video musical de su grupo de rock. La canción hablaba del orgullo que siente Rosario por Messi y utiliza la misma frase que adorna un enorme mural a la entrada de la calle: “De otra galaxia y de mi barrio”.
Unos momentos antes, alrededor de dos docenas de niños de barrios de bajos ingresos de Rosario fueron llevados a recorrer su ciudad, la cual en su mayor parte consiste en lugares emblemáticos de Messi, parte de varios programas gubernamentales que celebran la conexión de la ciudad con la estrella del fútbol mundial. Los niños posaron para una foto enfrente de la casa donde Messi vivía cuando era de su edad y señalaron al cielo, como hace el futbolista después de la mayoría de sus goles.
“Si Messi pierde, no importa”, dijo Alan, un niño de 9 años. “Porque al menos nos llevó a la final. Y es el mejor”.
Ezequiel Fernández Moores, periodista deportivo argentino desde 1978, afirmó que ahora el vínculo entre Messi y su país es de amor. “Era un vínculo complejo, ya no es un vínculo complejo de Messi con la Argentina”, comentó. “Y te digo que está más allá de lo que suceda el domingo. Ese vínculo quedó ya”.
Ana Lankes colaboró en este reportaje desde Buenos Aires.